viernes, 14 de diciembre de 2012

Día 2 - Muerte

Yo estaba frente al ordenador, mi madre y mi hermana en la sala viendo la televisión, mi padre durmiendo en su habitación, y mi tío durmiendo en la suya.

Eran las 00:39 horas. Yo estaba en la comodidad de mi cama viendo American History X. Me encanta esa película. En eso sonó el teléfono. Sentí como el tiempo se paralizaba, por alguna razón me imaginaba quien llamaba y el mensaje que traería. Era mi tía -Joder-. Mi madre cogió el teléfono, y me quedé esperando respuesta a la contestación -Joder, no-. De repente pude oír un no que se apagó de golpe por un llanto. Mi madre empezaba a llorar desconsolada. Era lo que ya estaba esperando desde no hace mucho... Mi abuela había fallecido.
Nunca había visto a mi madre así. Lo primero que hizo fue  ir a avisarle a mi tío. Mi hermana también lloraba mientras estaba de pie sola en la sala. Mi padre salió de su habitación para abrazar a mi madre, yo simplemente no sabía qué hacer, sentí una mezcla de sentimientos. Aunque una parte de mí quería llorar, las lágrimas no salían. Estaba allí de pie observando lo que ellos hacían. Pasaron unos cuantos minutos cuando mi madre tomó asiento y entonces me senté a su lado para abrazarla. Quería que me saliesen las lágrimas pero no había ni rastro de ellas.

Mi madre decía que no lo podía creer -A todos nos llegará ese momento-. No sé por qué razón no me sentí tan desesperadamente triste, tan conmocionado por el hecho de que la mujer que crió de mí como si fuese su hijo; la mujer que me protegió mientras mi madre no podía, la madre de mi madre, ya no está en este mundo.

Incluso ahora, hace unos minutos, mi madre entró en mi habitación con unas fotografías de cuando yo era pequeño. En esas fotografías estábamos mi abuelita y yo. Al ver las fotos sentí algo que no sé muy bien cómo explicarlo, eran sentimientos relacionados con los recuerdos, y esos recuerdos eran de momentos de felicidad. Mientras mi madre me mostraba las fotos las lagrimas le brotaban de los ojos y caían por sus mejillas redondas -¿Por qué no lloro?-. Me pregunto por qué no siento lo mismo que siente mi hermana o mi madre. ¿Por qué estoy aquí escribiendo ésto en lugar de acompañarlas en el llanto? ¿Es ésta mi forma de sufrir?.

No quiero que piensen que soy indiferente ante ésto. Simplemente puede que este sea mi modo de desahogarme: escribiendo. Porque amaba a esa mujer, y nunca la olvidaré. Nunca olvidaré a la mujer que cuidó tan bien de mí, y que gracias a ella soy lo que soy; porque no lloraré con sus recuerdos, mejor aún, sonreiré al recordar momentos tan felices que pasé junto a ella, y si lloro, será de la felicidad de que gracias a ella tengo tan preciosos recuerdos.

Te quiero mucho, abuelita. Descansa en paz allá donde estés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Algo que contar?